Por tu culpa
Por tu culpa, este fue el mensaje que me llegó hace unos meses por WhatsApp acompañando una foto. En esta red social, por cuestiones de espacio, tengo bloqueada la descarga de archivos de forma instantánea y no sabía qué contenía esa imagen. Si conocía a la persona que enviaba el mensaje porque hacía escasos meses había cursado un certificado de profesionalidad conmigo en el CIP. Me sorprendió mucho esa acusación y rápidamente le di a descargar para ver de qué se trataba. Cuando vi la foto la primera pregunta que le hice fue… ¿y esto? En la imagen se veía la solicitud de matrícula para un ciclo de grado superior en una de las especialidades del marketing. Su respuesta fue: por tu culpa me he enganchado a seguir estudiando.
Han pasado ya casi cinco años desde aquel momento en el que por casualidades de la vida comencé en el mundo de la formación de adultos. Yo también culpé y sigo culpando a una persona que aprecio mucho (Belén) de ser la responsable de haberme metido en esta maravillosa aventura. En el 2014 tuve la oportunidad de realizar el Certificado de Profesionalidad de docencia en el CNR de los Realejos y lo hice por ampliar la formación que ya tenía pero sin estar seguro de si algún día sería capaz de impartir un curso. Dos años más tarde, hablando con una compañera de la EOI, salió el tema de los certificados y me dijo que en su trabajo buscaban a un docente para impartir un módulo de Atención al Cliente. En ese momento le comenté que por experiencia profesional, por formación y por poseer el certificado podría impartirlo pero no sabía si sabría hacerlo. Sólo de pensar en que me tendría que poner delante de casi una veintena de personas a explicarles lo importante que era una correcta atención al cliente para una empresa, hacía que me temblaran las piernas. Pero esta persona hizo oídos sordos a mis miedos y a mis creencias limitantes, “exigiéndome” el currículum para el día siguiente. Una semana más tarde, y por su culpa, la responsable de formación de este organismo me presentaba ante el alumnado y ahí fue cuando descubrí mi verdadera pasión, la docencia.
Después de aquel primer curso llegaron muchos otros y poco a poco el miedo del primer día fue bajando de intensidad, sin llegar a desaparecer, para pasar a convertirse en alegría. Cada curso que inicio es una aventura y ninguno es igual al anterior, incluso dando el mismo Certificado. El conocimiento que trae el alumnado, las vivencias, la curiosidad e interés por aprender o ese momento en el que se da cuenta de que acaba de encontrar algo que le gusta, hacen que cada acción formativa sea única. Siempre les digo que, lo que yo les voy a enseñar está en los libros, y que no es necesario que acudan a un centro de formación a aprender lo que pueden encontrar sin salir de casa. Pero…parte de nuestro trabajo es, primero poner en orden lo que ya saben y luego ir despertando en nuestro alumnado el deseo de saber más. Lo mejor que tiene la familia profesional que imparto, Comercio y Marketing, es que todos en algún momento hemos comprado algo en un comercio, sea una pizza o un pan, con lo cual antes de empezar el curso, el alumnado tiene un conocimiento importante que desconoce. Lo mismo ocurre con el marketing, cuando queremos vender un producto, una idea o un proyecto, usaremos estrategias encaminadas a persuadir a la otra parte. Incluso, todos los días desde que nos levantamos ya estamos aplicando elementos del marketing en nuestras vidas. Independientemente de que en algún momento el alumnado termine ocupando un puesto en un establecimiento comercial, que es uno de nuestros objetivos principales, el conocer cómo se gestiona un establecimiento comercial o saber cómo decidimos lo que compramos, son motivos importantes para formarse en el apasionante mundo del comercio y marketing. En todo este proceso también encontramos de nuevo culpables solo que esta vez las culpas se reparten entre las dos partes. Por mi culpa, ellos y ellas han adquirido y ampliado nuevos conocimientos que les servirán para alcanzar, en algunos casos, una mayor empleabilidad. Y por culpa de ellas y ellos cada día que pasa más me gusta lo que hago y más conocimiento adquiero.
A punto de iniciar una nueva convocatoria, con algo de incertidumbre por todo lo que está pasando, pero con más ganas e ilusión que en años anteriores. Esta situación ha traído mucha cosas no deseadas para todas y todos pero a la vez nos ha permitido adquirir nuevos conocimientos en el ámbito tecnológico que nos permitirá afrontar el futuro con otras herramientas y, con ello abrir nuevas oportunidades de encontrar empleo. Los primeros meses que empezamos a trabajar alumnado y docentes mediante videoconferencia fueron estresantes. Para muchas y muchos era la primera que vez que utilizaba alguna de estas aplicaciones. Ahora entrar a una reunión virtual y compartir con los demás nuestro conocimiento forma parte del día a día. Cuanta culpa ha tenido la Covid-19 en este aprendizaje.
Agradezcamos a todas esas personas y situaciones que en algún momento de nuestras vidas se han cruzado en nuestro camino y nos han permitido descubrir nuevos enfoques de lo que nos rodea. Los culpables no siempre tendrán que tener un dedo acusándolos de forma negativa porque seremos nosotras y nosotros los que le demos a esa palabra el peso que merece. En toda acción formativa que tengo la oportunidad de impartir trabajo mucho la actitud y el pensamiento positivo, haciendo reflexionar a las mujeres y hombres sobre como construimos nuestras ideas de lo que nos rodea. Nunca hay que olvidar que entre el negro y el blanco hay una amplía escala de colores y siempre seremos nosotras y nosotros los que elegimos el color con el que pintar nuestro cuadro de la vida.
“Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino”.
Viktor Frankl